Hay una historia
que sucedió
en el medio del mar.
Aquella persona
encontró un lugar
tan perfecto
que quizo jamás
moverse de allí,
entonces para
asegurarse
tomó el timón
y lo lanzó junto
al ancla
para que llegara
hasta la profundidad,
y solo quedó mirar el cielo.
Cuando el cielo mostro
su verdadero ser
demostró que no podría
ser el cielo
de solo un alguien,
aquella persona.
En su valentía y sus lagrimas
se lanzó a la oscura
profundidad
sin mucho aire
y con sus lagrimas saladas.
No moriría en la
oscuridad,
no moriría en la
soledad,
pues aprendió a
respirar bajo el agua
y no necesitaba,
ver más allá.
Se topó con un ancla
y un timón
e hizo con ellas
una cadena,
no para morir;
la hizo para asegurarse
que nunca perdería
su rumbo,
y tampoco se quedaría
en los lugares que la
lastimarán.